miércoles, 7 de abril de 2010

Rayuela.


Nunca te lleve a que madame Leonie te mirara la palma de la mano, a lo mejor tuve miedo de que leyera en tu mano alguna verdad sobre mi, porque fuiste siempre un espejo terrible, una espantosa maquina de repeticiones, y lo que llamamos amarnos fue quizás que yo estaba de pie delante de vos, con una flor amarilla en la mano, y vos sostenías dos velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas y ticket de metro.
Ella sufre en alguna parte. Siempre ha sufrido. Es muy alegre, adora el amarillo, su pájaro es un mirlo, su hora la noche, su puente el Pont de Arts. Y mira que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente. Como no sabias disimular me di cuenta enseguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos.
Cuantas palabras, cuatas nomenclaturas para un mismo desconcierto.

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